¡Corre Rafa corre!…
…Rafa tenía el pucho
en la mano y no sabía si llevárselo a la boca o perderse en su mundo de
explicaciones, mientras Jordy lo veía con los ojos desorbitados y gritaba:
¡para hoy!, ¡para hoy que se gasta!
Recordaba la mirada tierna de Eliza en el salón de
clases y su extraña sensación de estar viviendo un sueño cada vez que ella le
hablaba o se acercaba para preguntarle algo, mientras los demás hacían bulla,
él solo escuchaba su voz en medio de la clase y sentía la vaga esperanza en
medio de su fantasía; pero ahora estaba con Jordy y su mancha de faites, los más ratas, en medio del frío. Estaba Canebo, el chueco y por supuesto
Iturria el más bacan, quien sostenía una botella de ron envuelta en una bolsa de plástico negra para que nadie se gane con el trago.
Rafa nunca habría pensado, ni en sus sueños más
perros, estar parado en medio de la alameda, sintiendo el frío llegarle hasta
los huesos. Rafa era el más tranquilo, el zanahoria, el palto del grupo por
cometer el pecado de no ser un bacan. Pensar
en Eliza solo le acercaba el pucho a
la boca, porque recordaba como lo había choteado
en la tarde, y eso animaba sus ganas de olvidar.
- ¡Apura pues sabroso!, ¡hasta que hora te vamos a
esperar! - gritó Iturria.
A Rafa le temblaban las manos y poniendo el pucho en
la boca aspiró fuerte, y mientras sentía como se asfixiaba y tosía, escuchaba
la risa de los demás.
Fue en ese instante cuando Canebo, el más entrador,
le arrancó de las manos el pucho
mientras le gritaba: ¡Para que te metes en cosa de hombres chibolo!…
Rafa sintió en medio del ardor en su garganta y el
frío de la noche, como sus ideas se acomodaban lentas pero seguras. Se preguntó
cómo diablos había llegado a caer tan bajo, parado en medio de la alameda, con
ese grupo de perdedores que no hacían más que burlarse de él; se preguntó como su
cobardía le había llevado a ese lugar, si ser bacan no era fumarse un porrito,
sino apartar de su presencia a ese grupo de extraños
que solo querían verlo convertido en un don
nadie; una voz interna le decía: “!Corre Rafa, corre!…”.
Salió corriendo mientras los demás gritaban lisuras,
salió corriendo porque sabía que no lo seguirían… Salió corriendo, perdiéndose
entre avenidas y jirones. Al llegar a casa, su anciana madre adormitada, lo
esperaba con el plato de comida envuelto en manteles, recordándole su amor de
madre con ternura, mientras le decía:
“¿Recién llegas…? Siéntate papacho, come para que duermas, tendrás frío… ¿Quieres café con
pan…?”
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